Álvaro Trampal Ramos
"Gestionamos, diseñamos y llevamos a la práctica. Es la gratificación personal de ayudar a los otros, a crecer y a desarrollarse"
Hay ocasiones, en nuestros cursos o expertos Universitarios en los que utilizamos la simulación clínica, en las que los alumnos tienen escasa experiencia en simulación de pregrado o postgrado, confundiéndolo en muchas ocasiones con gammificación o “jugar con el maniquí”.
Desde el minuto uno ese concepto cambia; les introducimos en un entorno de seguridad, firmando lo que llamamos en muchos Centro de Simulación el “Contrato Las Vegas”: lo que pasa en la sala de simulación se queda en la sala de simulación. Creamos un Safe container para el alumno, es decir, un espacio para aprender del error, para preguntar sin miedo, partiendo de la premisa de que todos somos profesionales inteligentes, competentes, preocupados por dar lo mejor de sí mismos en nuestro trabajo y con el objetivo de mejorar, convirtiendo los errores que se puedan producir en los casos, no en una fuente de vergüenza o culpa, sino en una oportunidad de aprender y mejorar. Como dijo Ralph Nader, “tu mejor maestro es tu último error”.
Tras una rueda de presentación y dinámica inicial realizamos la presentación del simulador y el entorno. Este punto es imprescindible para el buen funcionamiento de los casos. Los alumnos conocen a los maniquíes, sus características, lo que pueden y no pueden hacer, como pedir ayuda, cómo pedir pruebas complementarias como electros, ecos, analíticas, llamar a un especialista y un largo etc.
Según pasan las horas los alumnos van tomando conciencia de la importancia de la simulación y de su posterior análisis de casos -lo que llamamos debriefing-; finalmente se encuentran cómodos durante la simulación y van dominando la situación. Al principio el ser líder de un equipo de emergencias les da vértigo; poco a poco ese vértigo va desapareciendo y da paso al confort y la motivación, llegando a pasar de una incompetencia consciente (sé que no sé) a un dominio de la situación, pasando por la competencia consciente (sé que sé) y una competencia inconsciente (no sé que sé).
Esto es lo bonito de la simulación clínica, ver el progreso de los alumnos, comparar el primer caso y el último, ver esa curva de aprendizaje cómo se eleva rápidamente para aumentar la competencia y saber que has colaborado en esa tarea de que tus alumnos lleguen en su día a ofrecer unos cuidados de calidad a sus pacientes en su trabajo diario.